Jessymar (Ccs)

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Jessymar Daneau Tovar.Tengo muy poco qué contar, pero mucho qué decir. Generalmente prefiero escuchar que hablar, antes de hablar prefiero escribir. Tengo 20 años, actualmente estoy estudiando cuarto año de Comunicación Social, dando mis primeros pasos en el periodismo y gateando en fotografía, aunque seguramente dentro de un año volveré a tener una crisis existencial que me llevará a buscar algo nuevo.

El Mundo Colectivo

Aldea global. La primera imagen que llega a mi mente es la de una comunidad indígena que vive aglomerada en un extenso territorio. Siempre me ha dado curiosidad saber exactamente qué es una aldea global, y esa seguramente fue una de las razones por las cuales escogí este tema, perteneciente a la IV Unidad: La situación del mundo actual, del programa de la materia de Fundamentos del Mundo Moderno.

Aparentemente, el concepto de Aldea global fue acuñado por Marshall McLuhan en la década de los 60, haciendo referencia a un cambio producido por los medios de comunicación audiovisual, que difunden imágenes y sonidos de cualquier momento hacia cualquier lugar, ocupando cada vez un espacio mayor en la cotidianidad. Según Wikipedia, “Sugiere que en especial ver y oír permanentemente personas y hechos como si se estuviera en el momento y lugar donde ocurren, revive las condiciones de vida de una pequeña aldea: percibimos como cotidianos hechos y personas que tal vez sean muy distantes en el espacio o incluso el tiempo, y olvidamos que esa información es parcial y fue elegida entre muchísimas otras.” La primera consecuencia obvia viene a ser la inversión en la dinámica natural; una de las características del ser humano es su capacidad para dejar registro de su actividad humana, de su cultura, a través del lenguaje escrito. Ahora la protagonista pasará a ser la imagen, quien desplazará al signo.

Sin embargo, hoy en día la definición de aldea global se ha visto en expansión, abarcando ahora acepciones más generales, producto de la popularización del término. Se han agregado nuevos medios como el internet y la televisión satelital. La imagen de aldea global es ahora la de un mundo interconectado, una comunidad de siete mil millones de habitantes. En esta comunidad todo está emparentado, por lo tanto ocurrirán fenómenos que ya son cotidianos. Si una información sale a la luz, dependiendo de su impacto, en minutos podría haberle dado la vuelta al mundo. Si existe crisis en un país, la región también va a sufrir, e impactará de una u otra manera en todo el planeta. Nunca tuvimos tanta información al alcance de la mano, nunca como ahora pudimos ser los protagonistas y los productores de tanto contenido. La aldea global borra las barreras entre países, pero también acaba con la tradición de los pueblos, con sus creencias. El relativismo avanza, eliminando la diferencia entre el bien y el mal. El consumo acelerado de recursos naturales desde la Revolución Industrial va destruyendo la Tierra a su paso, y mientras tanto existen movidas orientadas a reducir el impacto humano sobre la naturaleza. Los virus regionales se quedaron en el siglo XX, las enfermedades se pueden transmitir incluso más fácil que la información (las virales humanas y las computarizadas). El conocimiento llega a todos los rincones, muchas veces vulgarizándolo, creando teorías que rozan con la ciencia ficción, ofreciendo informaciones resumidas y predigeridas, mermando nuestra capacidad de análisis. Un mundo de oportunidades, de puertas abiertas, la red en donde todos somos iguales.

Existen términos que a mi parecer deben tener una natural filiación con la aldea global: ciudadano del mundo, cosmopolita, globalización, migración, inmigración, emigración, interconexión, World wide web, entorno inteligente, nativos digitales, enlaces, caos, superpoblación, pandemia, política de integración, desarrollo tecnológico, sustentabilidad, responsabilidad social, go green, infoxicación, economía de comunión… Aristas de la realidad virtual que nos ha tocado vivir. Como se puede apreciar, la aldea global terminó significando el momento presente, y a la vez sin significar nada.

El habitante de la aldea global se ve obligado a adoptar un idioma común que le permita comunicarse con cualquier punto en el mundo, y comienza a adquirir hábitos propios de quien siente no tener raíces. No dudo que un poblador promedio de la aldea global entiende inglés y come sushi.

Si ya hemos estudiado al yo creyente, al yo racional y al yo antropocentrista, propongo que este nuevo hombre sea el yo-comunitario, o más bien no sería yo sino ‘nosotros’.

La aldea global termina siendo una comunidad nueva, adaptándose a un territorio recientemente descubierto –al menos en el tiempo histórico- llena de comodidades, pero testigo del nacimiento y mutación de cada vez más complejos desafíos.

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Un mundo perfecto

Utopía. Anhelo de mundos ideales y perfectos. Según Wikipedia, “significa ‘no lugar’ y, por tanto, designa una localización inexistente o imposible de encontrar” (…) sus “habitantes habían logrado el Estado perfecto: un Estado caracterizado por la convivencia pacífica, el bienestar físico y moral de sus habitantes, y el disfrute común de los bienes.”

Se presupone que Utopía no podría existir en ningún lugar en la Tierra. Que no sería viable llegar a un grado tal de perfección, incluso sentimos miedo al imaginarnos una isla tan imposible, tal vez porque nos miramos a nosotros mismos y no encontramos nada en común. Acostumbrados estamos a nuestro desorden cotidiano, e hipócritamente, no hacemos más que despotricar de él. No hacemos más que quejarnos de las colas, pero no dudamos en comernos la luz roja del semáforo, cruzar la calle en verde, meternos por el hombrillo. Estamos indignados por la corrupción, pero le pagamos a un gestor para evitar un día o varios de diligencias, y sin duda preferimos pagarle al policía “pal café” que correr con una multa. Nos quejamos de la violencia, de la inseguridad, pero respondemos con más violencia y más inseguridad. Y vivimos esperando el día en que finalmente podamos escapar de Venezuela, sin haber hecho algo para cambiarla. Y como si escapando los problemas desaparecieran, y la sociedad mejorara, y la vida nos sonriera.

Pero nos encontramos que existe un indicador llamado “calidad de vida” que “no solo incluye elementos de riqueza y empleo sino también de ambiente físico y arquitectónico, salud física y mental, educación, recreación y pertenencia o cohesión social.” Y que existen países con un alto Índice de Desarrollo Humano, como lo son  Islandia, Noruega, Australia, Suecia, Canadá y Japón. Según dicen, todo parece estar perfectamente planeado para que marche sobre ruedas, todo comportamiento tiene una razón de ser, todo está bajo control. Países en los que cualquier latinoamericano desearía vivir.

Leyendo Utopía, no puedo evitar ubicarlo en Suiza, se me hace imposible pensar que este mundo tan detalladamente descrito no exista, y ciertamente, lo mucho que se dice sobre el Primer Mundo bien encajaría con las palabras de Tomás Moro. O por lo menos se acerca.

Entonces, ¿Es imposible que una isla, país, región… alcance un grado, casi perfecto, de desarrollo en salud, educación, ambiente…? Parece que no. Entonces, ¿Qué diferencia un Estado cuasiutópico y un país del Tercer Mundo? Pues algunos han sido azotados por incontables calamidades naturales o humanas que han impedido el progreso. ¿Y qué sucede con los de mejor suerte, con suficientes recursos y condiciones climáticas privilegiadas? La clave, en mi opinión está en Utopía. Educar al niño para no tener que castigar al hombre, trabajar la tierra, huir del ocio, persuadir a los individuos a que desempeñen un rol que contribuya al desarrollo de la sociedad, contar con magistrados bien formados, trabajar en pro de la igualdad, altos valores humanos… Son pequeñas orientaciones que marcan grandes diferencias.

Pero una cosa es que una sociedad funcione muy bien, y otra cosa es que exista una sociedad perfecta. Perfecto, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, es el “Que tiene el mayor grado posible de bondad o excelencia en su línea.” Claramente se refiere al mayor grado posible de…, mas no al grado absoluto, por lo que, visto de esta forma, la perfección podría existir en una sociedad. Pero usualmente la connotación que le damos a la “PERFECCIÓN” es la de un estado en donde nada está mal.

No puede existir una sociedad con una perfección absoluta. Comenzando porque es un artificio creado por el ser humano, por lo que naturalmente debe poseer defectos, además ni siquiera Utopía logra llegar a ser una sociedad perfecta. Un lugar en donde exista esclavitud, en dónde ésta sea necesaria para mantener a la sociedad, es claramente un punto débil. La igualdad que tanto se pregona se rompe inmediatamente, nadie merece servir a otros a cambio de nada, ni tener derechos por debajo de otros.

Utopía también se manejaba bien en el arte de la guerra. Pero ¿Por qué guerra, acaso la perfección no es la paz? El problema es que sólo Utopía es un modelo de sociedad, mas no sus alrededores, quienes propician invasiones, cometen injurias, atacan, hacen y rompen alianzas. Entonces, al perfeccionarnos también debemos contribuir a perfeccionar al entorno, porque allí nos relacionamos, intercambiamos bienes inmateriales, nos desarrollamos. E inevitablemente, terminará afectándonos. La clave es crecer con la sociedad, si la sociedad está mal, todos estamos mal.

Para muchos, la perfección absoluta es Dios. De ser así, es una característica exclusiva de un Ser superior, imposible de ser traspasada a un ente terrenal. Entonces, que  se persiga un imposible, no impide que el ser humano se incline naturalmente hacia ello. Lo correcto es trabajar siempre en búsqueda del mejor resultado.

Entonces, el objetivo de Utopía no es pretender copiar una sociedad imaginariamente perfecta, sino reflexionar acerca de la sociedad que tenemos hoy y encontrar la raíz de nuestros problemas, y cómo pueden ser corregidos. Es cierto que si se acaban los problemas terminaremos deshumanizados, pues habremos alcanzado la perfección (algo que es bastante imposible, ya que siempre surgen nuevas problemáticas, y más complejas) pero la idea no es renunciar a nuestra capacidad de equivocarnos, enmendar errores, pensar y opinar abiertamente, discutir… En fin, somos seres humanos, y si bien somos pensantes, también tenemos un componente subjetivo. Y ambos están sujetos al error.

Por un momento pienso que la República de Utopía sería un buen lugar para vivir, hasta que recuerdo lo terrible que me resultan las rutinas. Es que Utopía es un lugar invariable, en donde no se puede esperar a que cambie nada, un ciclo interminable de efectividad. Ahora que lo pienso mejor, me cuesta creer que los utopianos sean seres felices. Y si no lo son, pues de nada valdrá la pena vivir en el mejor país del mundo.

Tal vez nos sentiremos afortunados, porque en el mar de problemas que parece ser nuestra ciudad, podemos alegrarnos de casi cualquier cosa. Ningún utopiano podría entender la felicidad que genera abordar un vagón del Metro con aire acondicionado y descongestionado en una hora pico, ni la alegría de llegar rápido al sitio de destino porque no había tráfico, de encontrar todo lo que vamos a buscar en el supermercado, o de cumplir tu primer año con el teléfono celular y que no te lo hayan robado. Y así, somos relativamente felices.

Y me pregunto si aquellos sistemas políticos que prometen la máxima felicidad posible no se habrán planteado existir gracias al libro de Moro. Porque una cosa es existir en el mundo de las ideas, y otra muy diferente es sobrevivir en el mundo real.

3 pensamientos en “Jessymar (Ccs)

  1. Manuel Milano dice:

    se me escapaba, en esta «aldea global» hiper-estimulada por impulsos audiovisuales, por supuesto impone una nueva dinamica en cuanto al registro del hecho social que nos distrae bastante de lo esencial.

  2. Manuel Milano dice:

    tu texto me resulta un poco confuso, la conexión entre sus partes se me hace un poco difusa, así que tratare de hacer mi critica por partes.

    En primer lugar, la globalizacion (tema al cual en mi carrera se le hace particular énfasis) no solo responde a las nuevas tecnologías, conexiones y conocimiento, pues tu misma mencionas algo de la carga subjetiva o sobre la posible manipulación de estos elementos, la globalizacion es también un fenómeno eminentemente cultural y económico que cuando se mira de cerca y con cuidado, deja de ser tan global como se ha publicitado y deja aun mas de ser comunitario cuando se analizan ciertas variables y ecuaciones como el principio 80/20 (llamado también principio de Paretto).

    En segundo lugar, la Utopia, el no lugar, la diatriba entre lo real y lo ideal, no termino de captarlo en tu escrito, pues se me escapa entre esa visión que mezcla quizá el día a día nacional con lo universal, pero lo cierto es que no lugar es un lugar de paso (se llaman no lugares también a las paradas, a los puertos a los aeropuertos) y quizá sea eso la paz y la perfección, un lugar de paso o un experimento constante. ya veremos… Y en cuanto a lo utópico (ya que es una herencia tan de los 60) te recomiendo el libro Walden II de B. F. Skinner.

  3. Tania Oberto dice:

    Realmente interesante ese planteamiento acerca del mundo colectivo, esa es una realidad que podemos constatar a diario y que muchas veces dejamos de tomar en cuenta y reflexionar sobre ella porque queramos o no terminamos todos inmersos en esa acelerada «aldea global».

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