María B (Ccs)

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María Betania Tepedino. Nací en Caracas, el 21 de agosto de 1996. Hablar de biografía con tan solo un cuarto de siglo y un pelín más de vida, es un tanto irónico. 16 años en un carrusel, protestando por tantas vueltas. Ya saben, escribiendo para ejercitar los recuerdos; guardándolos en cajas menos inquisidoras que la memoria: las letras (digo yo…). Sin un título que valide mi aspiración, escribo para vivir.

De memorias ajenas, para seguir.

     Hace cuatro meses, creía que podías regresar, que tu «adiós» era producto de un mal momento guiado por la cólera y esperé como quien no espera nada, haciéndome de la vista gorda a tus evidentes despedidas, manteniendo mis esperanzas sobre un sentimiento que estaba allí, a la vista de todos.

Me llamaba Paula, pero luego de perderte, quise olvidar hasta mi nombre, para no tener que recordar tu voz al enunciarlo…Paula, mi amor, mi princesa, mi cielo…Paula, mi vida, mis ganas de besarte…Paula, te amo, cásate conmigo…Paula, quédate.

Ahora estás aquí, escribiendo junto a mí tantos recuerdos. Me estoy torturando o simplemente mantengo a salvo la memoria, no se diferirlo, no ahora. Recorro tu piel como lo hice miles de veces antes, sin percatarme que realmente no estás allí, que imagino todo y estás tan lejos como antes, cuando te fuiste. Un beso en el cine, una caricia entre las cálidas olas del atlántico, esas que ahora, gracias a los recuerdos, se desfiguraron y me cortan con una quietud glacial.

Junto el valor necesario para plantarme frente a ti, mirarte a los ojos y no derretirme en una despedida fortuita, sin poder robarte el sentido de la pertenencia en un beso…Y no cualquier beso, si no aquellos que simplemente sabían a libertad,  a  agua fresca y, de vez en cuando, a silencios.

Sé que tú, tanto como yo, te sientes confidente de una falta grave. Dos tontos jugando a perdonarse los errores del otro, para sobrellevar esta carga tan pesada que nos tocó cargar cuando nos separamos, sin saber a ciencia cierta cómo se dividen los recuerdos, pues el divorcio de noviecitos, no conoce de esos casos. Pensé, en mi ignorancia, que llevaba la carga más pesada, al saber que tú, el irrevocable amor de mi vida, salía con una muchacha rubia, hermosa y con cara de ángel…¡Vaya, pero que antagonía de mi persona! Y ahora veo que tú, tanto como yo, sufriste la suerte de cancelar todo compromiso (si es que existió), para unirte una vez más a este infierno de soltería que ambos compartimos, en silencio, desde polos opuestos.

Me creí en la disposición de comerme el mundo, de pisotear a cualquiera capaz de hacerme daño y seguir con mi vida, como si nada pasó en ella…Pero olvídalo, fue imposible, pues jamás pude alejar de mí ese instinto de benevolencia que me plantaron aquél día, cuando nací.

Trazaste un camino paralelo, una trocha inevitable en una vida compartida, y yo, como por obra del destino, hice lo mismo sin tan siquiera proponérmelo. Conocí a alguien que me volteó el mundo en cuestión de tres días y no me preguntes cómo, porque ni yo misma lo comprendo. Fue mayor el temor al desengaño, que las ganas de intentarlo, por segunda vez, junto a alguien que ofrecía la felicidad que nos negamos.

     Me paré de la cama solo para darle un salto a la vida y volver a renacer de nuevo, para leerte sin lágrimas en los ojos, disfrutando de los recuerdos y las dudas, los «te amo» a media voz y las disculpas jamás pronunciadas, por tener la incapacidad de ponerle nombre al descontento que algún día me invadió. ¡Entra en mi vida! te lo permito, una y otra vez, eso sí, ven como un recuerdo silencioso, sin dolor ni reproches, con la vida a plenitud, para seguir caminando paralelamente en este universo que nos separó por capricho o condescendencia, pues podíamos terminar amándonos, a los 90 años de edad, con tanta locura capaz de voltear el planisferio, u odiándonos por ser tan explosivos y vivaces al mismo tiempo.

Te amo, aunque no existas ahora como la carne que complementaba mis sentidos, conteniendo aquel espíritu capaz de colocarme de cabeza. Hasta pronto o hasta nunca, pero siempre hasta aquí, donde te quedarás por siempre, en mi memoria.

Mezzo secolo e un ricordo.

Crónicas de una vida estereotípica, carente de arte, infructuosa, miserable.

      Abre la puerta, camina unos cuantos pasos, ahogado, como quién no quiere llegar y afrontar lo que está allí, esperando por él. Y no hay nada. Nadie espera.

Coloca todo el peso de una vida en la mesa y se sienta. Medita. Uno, dos, tres minutos. Abre los ojos y sigue allí, como al principio, como siempre: solo.

Una taza de café y el aroma inunda la habitación. Lo aspira y lo deleita, como se disfrutan los placeres efímeros de la vida.

Una gota resbala por la taza y, como un pequeño torrente de tristeza se desliza, cual sus lágrimas, por el mentón. Tantas preguntas y solo una taza de café, incapaz de responder a dicha interpelación. La curiosidad lo inunda y hace que sucumba ante la adicción dañina de recordar momentos felices, cuando la nostalgia le corta, como un cuchillo, parte de su alma.

Vivió como quien vive una aventura de verano, tras momentos de éxtasis absoluto, saboreando minuto tras minuto la vida que deseó, como si cada placer pudiera ser capaz de llenar el vacío en el que se ha convertido hoy, después del tiempo de rigor.

Se ató a una filosofía personalista, subsistente, autónoma y cayó, pensando que «no sentir» era una bandera adecuada para caminar por los senderos que se le presentaban. Y sí, le funcionó, a corto plazo.

Se casó sin sentir que cada fibra de su cuerpo la deseaba, sin sentir el calor de sus abrazos como algo más que un cuerpo y su atracción, por ley gravitatoria. Se casó, atándose a alguien que podía proporcionarle las sensaciones básicas que necesitaba. Un robot. ¡Se casó! sin saber que allí, tras sus muros, existían miles de posibilidades, teorías, hipótesis, momentos, personas, lugares; el tiempo mismo, incapaz de detenerle los impulsos. ¡Se casó, creyendo que sería incapaz de ignorarlo en un futuro!

No hirió, ni fue herido. No supo amar, ni fue amado. No sintió, como el que siente cada segundo, calándole hasta los huesos, sabiendo que existe, que vive, que está.

Bendita sea la insuficiencia del que ama sin heridas, argumentando tras mentiras que si son capaces de vivir.

Y allí durmió, hallándose conocedor de todas las pérdidas que conscientemente propició, lamentándose de haber desperdiciado tanto, en fingir ser capaz de ocultar su naturaleza.

Non Je ne regrette rien

                                                                                                                                                                                Montmartre, 3 de abril de 2013.

Apagué el último cigarrillo de una caja de Camel. Me harté de seguir aspirando el humo, en vez del cielo.
Aquí me tienes, apoyada en el balcón de un pequeño apartamento en el país de «Liberté, égalité, fraternité» ¿Recuerdas?  El único lugar al que le pusiste un límite, un «no, es imposible»; y, sin embargo, hasta aquí llegué.
Quizás, esté observando la misma esquina por donde Picasso algún día pasó. Créeme, puedes venir y dar un paseo por la Rue Veron y, sin tan siquiera pensarlo, estarás escuchando en el viento a Piaf, con su vida en rosa y sin arrepentimientos, como siempre cantó.

Sé que muy en el fondo, allá en aquél lugar donde quise hurgar y hacerlo mío, un pequeño rincón lejos del grito ahogado de una despedida; allá, donde no quisiste albergarme como tuya, sin apelativos. Allá, para ti, donde el viento canta y yo suspiro. Allá, en tu corazón, comprendes que este es mi lugar, entre artes y recuerdos, soñando que vuelo con Dalí, entre cuadros y relojes blandos, caminando bajo el cielo de la ville lumière. ¡Sólo imagínate! Parado en la place Blanche, esperando un simple ápice de coraje para desvestirme y entrar, en el parís de los 20′ a bailar can-can. Debes reírte con solo evocarlo, pero para tu sorpresa, suelo pensarlo cada vez que cruzo por la acera de enfrente.

Han pasado los años. No en vano, tengo unas cuantas arrugas en la frente. Me dicen que son una marca más, luego de tantas vueltas en la vida, subiendo a un carrusel que no escogí, pero vaya que terminé disfrutándolo (Primero a la fuerza, no te miento). Resulta que, si mal no recuerdas, nunca he sido de aquellas personas metódicas, capaces de establecer un horario y seguirlo sin excepciones. Lo intenté. ¡Claro que lo intenté! Pero a mí la vida me lleva a empujones, a veces hasta a patadas, obligándome a caminar sin detenerme hasta que alcanzo el objetivo, sin tan siquiera conocerlo en ocasiones. Soy así, un simple viento que pasa y no llegas a sentir. ¿Por eso te marchaste? Quién sabe, ahora eres un recuerdo más en una caja a la que le arranqué el fondo, porque las memorias eran cuchillas que no dejaban de agujerearla, haciéndola más infinita, menos palpable; así qué, sin quererlo, algunas se escaparon hasta un nosedonde, pero desde que no están, ya no duelen.

      Siempre me gustó París, sin tan siquiera conocerlo. ¿La torre Eiffel? No, ni siquiera la he visitado. No me culpes, estaba muy ocupada persiguiendo a Hemingway desde sus obras. Aquí en Montmartre todo es más suave, más libre, más vivo. A veces, sin exagerar, dan ganas de subirse a un risco y gritarle al viento, solo por el simple placer de hacerlo.

No tengo razones para argumentarlo, simplemente nace.

Ya comprendí que de ti, me quedan las historias en la piel. Un lindo mapa sutilmente trazado con una tinta sin marca, pero con tu sello. De montes, valles y ríos, tengo un arsenal. Un motivo plausible y arrollador, por el cual fui capaz de aceptarte a ti, sabiendo que serías incapaz de hacerlo conmigo, con este pequeño trozo de nada. Yo no  estaba; yo solo era.

Son casi las veinte y el sol ya se oculta. Trece horas de luz me bastaron para recordarte, porque a cada paso, una nueva historia; de ti, de lo que fuiste, de lo que eres y quizás serás, puesto que del futuro solo conozco el término.

Me encuentro en una encrucijada. ¿Y si te cuento que estoy feliz? ¿Y si te digo que, añorarte, ya es una costumbre más que se cura con las ganas de respirar y salir al boulevard, una y otra vez, noche tras noche, libremente? ¿Que amarte no se me ha olvidado? Porque para hacerlo, invocar la amnesia no funciona. ¿Que escribirte ya no es prioridad, sino una postergación de mis impulsos? ¿Y si te digo que tu cara ya no es más que un boceto corroído, casi desvencijado por las malas memorias? Y, sin embargo, sigo aquí, comprendiendo lo que tú no puedes, observándote en sueños, viéndote salir y darle una cara diferente a la vida, como solo tú sabías y sabrás hacerlo, porque no puedo decir que eras menos que una sonrisa. Eras más. Fuiste suficiente, presumido y petulante ¿Y qué?  De adictivo, tenías otro poco.

El partido perfecto, la lucha inevitable…Mi victoria pírrica, querido general.

Es que a mí, ¡Solo a mí! Se me ocurre enamorarme de un militar, cuando en mi corazón, solo vive el arte.

¿Vigilia o quimera?

     La parada de autobuses seguía igual. El mismo flujo nauseabundo de gases y desperdicios en el aire, la vía rota y los matices de un gris insoportable.

Nada había cambiado, por lo menos no físicamente.

Todos pasaban por la estación, con sus sueños a cuestas, unos cansados por el peso de la decepción sobre los hombros; otros, tan vivos, que intimidaban…Sólo era el lugar donde llegaban a parar los oportunistas, en busca de otra razón para escoger un destino y comprar el boleto.

Presenciaba cientos de despedidas a diario; una tras otra, sin sentir el más mínimo vacío, pues se había acostumbrado a estar sin existir, sin razonar…Solo estar.

Había algo allí que ni la paz podía darte. Un estado distinto, homogéneo, indescifrable, capaz de empujarte hasta tus más profundos anhelos.

Pero solo era una estación, una parada; metal oxidado y cientos de máquinas rugientes. Un concepto totalmente desvirtuado, un contexto deplorable. Y sin embargo, siempre eran libres de soñar.

16 pensamientos en “María B (Ccs)

  1. ¡Qué manejo de la narrativa! ¡Grandísima! Sigue así, lo tienes todo en tus manos, un beso!

  2. Adrineli Canelón dice:

    Me encantan, Maria! Creo que son tremendos y tengo el presentimiento de que das, y das, y das sin cansarte! Algo que contar y las ganas, no? Uff, que peligro! Jajajaja! Nos vemos!

  3. Liwin Acosta dice:

    Muy buenos tus textos María! sigue creando, que en mí tienes un lector asegurador! jejejeje

  4. David Castro dice:

    tus palabras dejan rastros de una verdadera pasión, magnifico.

  5. Magly Leal dice:

    Hey, muy bueno me gustaron las historias 🙂 Sigue así …!

  6. «Non Je Ne Regrette Rien», a pesar de que no es tan bueno como la canción (jajaja), le llega bastante cerca!

  7. Una estructura y redacción muy limpia espero verte en el encuentro Beta ❤

  8. Luis Daniel. dice:

    De tu biografía concluyo que no sabes un coño de matemáticas, pero a quién carajo le importa. Me gusta cómo haces de un argumento hilvanado de cotidianidad, un relato interesante, vaya que no es tan sencillo lograr eso, así como también me atrae tu manera de desarrollar el tópico de la memoria. ¿Mi favorito? El último, sin lugar a duda alguna. Aunque el del desdichado que se casó porque sí, también posee suaves y agradables letras.

  9. Martín Alejandro dice:

    jeje me gustó el último: ¿Vigilia o Quimera?… Me identifico, porque así me imagino y visualizo Ccs. Nos vemos en el evento.

  10. John. dice:

    Wao, María. Felicidades,d e verdad. Te esperamos!!

  11. Jesús Amalio Lugo dice:

    Wow. ¡Que sabia! Esa esa la ventaja de leer tanto, te da más vidas que años.

    Escribe, escribe mucho y estremece el mundo.

    ¡Todos hermosos!

  12. Chebetto dice:

    Me gustó mucho «non je ne regrette rien». Es muy deleitable, el nombre fue como luces de neón para mí.

  13. Maria Teresa Tepedino dice:

    Totalmente de acuerdo!!! MariaB tienes un don…. Felicidades ♥

  14. Me encantan tus letras y que hayas sido seleccionada para el encuentro que te nutrirá aún más tu innato talento! Enhorabuena.

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