Manuel (Mérida)

Manuel Milano, mamarracho por excelencia, aunque reflexivo en ocasiones. Algunas veces, crítico observador de la realidad atento a los símbolos que en ella se esconden, las otras: Gran hablador de paja. Ha trabajado en diferentes proyectos literarios y audiovisuales (actor de diversos cortometrajes y de un largometraje) realizados por la escuela de Medios Audiovisuales de la Universidad de los Andes, ganador de un reconocimiento otorgado por el departamento de Psicología de la misma universidad por investigación en el área. Estudiante de Idiomas Modernos (Inglés-Italiano) mención: Organizaciones Internacionales.

Sobre ensayos sobre la ceguera

 

Hace poco terminé de leer el muy prestigioso y famoso libro Ensayos sobre la ceguera de José Saramago. El libro se me antojó un poco aburrido y pesado pues, aunque interesante su argumento, la secuencia en la que se desenvuelve la trama por alguna paradójica razón se me hizo caótica o más bien “plana” aún no se a ciencia cierta cual de las dos; producto a lo mejor –según mi criterio bastante personal- de un buen argumento que se escribió mal o de alguno malo bien escrito, aunque, repito de verdad no estoy seguro.

La novela (así como su carga metafórica) aunque universal y perfecta; aplicable a cualquier sociedad a nivel discursivo como crítica, como sátira y hasta como ironía ¡se me perdió! Pues, a nivel de forma se me volvió lenta, pesada, cansóna por dos razones: el desuso casi total de la puntuación, y más importante aún la manera en que las acciones en la novela se llevan a cabo por personajes sumidos en el anonimato identificados –si acaso-  por algún adjetivo calificativo lo cual, muchas veces vuelven al lector otro ciego sumido en el caos, sin una pista o descripción de los personajes ni de su verdadera esencia (y al terminar esa frase me doy cuenta, he de admitir, que es en ese último hecho que radica la genialidad y también lo pesado de la novela).

Ahora bien, plausible, pertinente, loable, pésima (o cualquier otro adjetivo calificativo que se le quiera dar) mi crítica o no a un grande de la literatura como Saramago, he de confesar  que la necesidad de criticar y desvirtuar autores, catedráticos y pensadores de todos los tipos es bastante reciente y ha surgido por diversas razones. Ha surgido como búsqueda de mi propio ser, de mi propia forma de pensar y hasta como simple rebeldía pueril y anarquista –como quien dice, patadas de ahogado- ya que llegué a los 23 y se me acaba la adolescencia… Seguramente, ha de ser eso. Aunque en mi defensa he de decir que hoy, como nunca antes, siento que la capacidad de criticar ha madurado en mí también un poco con los años y el haber aprendido a leer desde muy temprano.

He de decir todavía más: Mis ganas de discutir, debatir y rebatir todo lo dicho por “los grandes autores, pensadores, historiadores y lideres” de tiempos pasados y presentes, emerge además de la imperiosa necesidad de pensar más como yo –desde mi humilde anonimato- que como esos “grandes”; del querer echar por tierra a autores y libros de los cuales –pienso- se abusa sobremanera. Porque según creo, autores y libros hay que son venerados sobremanera; usados como banderas portadoras de verdades absolutas y por tanto avales históricos e ideológicos de todo tipo de revoluciones y/o de movimientos sociales que si bien son en un primer lugar justos y loables, rápidamente se pierden en el abuso del “pensador” o de los argumentos históricos, lo cual degenera siempre en la falta de autocrítica  y exceso de fe ciega en el autor, en el pensador o en el líder, lo cual termina sin duda extraviando el pensamiento o el movimiento volviéndolo anacronía pues lo relega al puesto de intento fallido como tantos otros del pasado.

Abusar de autores o libros es por lo tanto peligroso, pues las visiones de los autores, los lideres o pensadores de todas las épocas están justamente condicionadas por las corrientes de pensamiento y acontecimientos que marcaron su época [que no quede duda, la época del autor]; sin embargo siguen siendo neciamente usados como oráculos de dioses; estandartes de verdades absolutas en momentos en los cuales en nuestro país (y en cuanto más en el mundo) se necesita con urgencia una revisión autocrítica y realista de nuestras condiciones actuales con todas sus características socio-políticas y económicas inherentes, más que de legajos históricos heredados de los 70 o de pensadores rusos o alemanes tan ajenos a nuestro caribe como los tan desgastados ya Galeano o Marx; o cualquier historia de toque novelesco escrita por Isabel Allende (sí, que bolas tengo a todos los metí en el mismo cambote). De ahí que haya llegado a decir con vehemencia (muchas veces realmente convencido, otras no tanto) que ¡Me cago en Galeano! Que Allende es literatura Light –tipo Cohelo- para leer en el baño porque muchos de sus relatos semi-eróticos me recuerdan a Corín Tellado, o incluso que leer a Márquez es ya anacrónico porque se estacionó en el siglo XIX y que por eso su último libro es tan triste, no tanto por su título, ni por su trama; menos aún por su discurso ni su técnica si no simplemente porque Recuerdo de mis putas tristes es un libro bastante malo ¡así de simple! Quizá, como producto de alguna traición inevitable de la vejez del autor.

Ahora, después de lo dicho ¿me llamarán ignorante? ¿Fascista o apátrida?  ¿dirán que pretendo borrar la historia de un plumazo para fundar el progreso en la amnesia?

¡No y mil veces no! Nosotros los venezolanos y los latinoamericanos en general, durante ya casi dos siglos hemos hecho suficiente revisionismo histórico, el cual debería ser ya “materia vista”, porque aunque se arreche más de uno la historia venezolana y menos aún la de nuestro continente entero es tan distinta cualitativa o cuantitativamente a la de cualquiera entre miles de pueblos en el mundo victimas también de invasiones, colonizaciones, conquistas, saqueos guerras, luchas intestinas, exterminios y/o del atraso impuesto por potencias mayores en genero y número. Por lo tanto creo, es hora de que maduremos como sociedad, porque repito es suficiente de revisión histórica. Sobre todo, en estos últimos tiempos en los cuales hemos sido testigo de cómo cada día más los que gobiernan se parecen más a sus pueblos (Cristina Fernández. Al sur de la frontera, 2009) signo claro de una nueva independencia, hemos visto como se han reivindicado los trabajadores como clase y movimientos sociales, damos fe de cómo hoy ¡como nunca! El estado sirve al pueblo y a los más necesitados al tiempo que países de nuestra región se levantan como gigantes ante el mundo, pero seguimos necesitando madurar. Dejar de afincarnos en ideologías que si bien nos hicieron entender muchas cosas fundamentales no las hacen menos anacrónicas. Es necesario, entendamos que hace tiempo nuestro enemigo dejó de ser tal o cual imperio, es necesario dejar de buscar un enemigo externo que nos acecha como fantasma que se cuela en nuestras vidas saboteando nuestro progreso, es necesario vernos nosotros mismos y revisar en que fallamos y aceptar que sí, nos jodieron, nos saquearon y nos masacraron como pueblo, pero que hay que dejar pasar un poco y dejar de ser adolescentes que culpan de todo a sus padres; para dejar además de embarrarnos en sangre hace tiempo ya seca. Teniendo en cuenta además que aquellos saqueadores que tanto odiamos no son menos que nuestros mismos ancestros.

Es necesario entender hoy, que en pleno siglo XXI el ritmo de la sociedad y de los acontecimientos es vertiginoso y que seguir clamando venganza por un pasado atroz es inútil. Es necesario saber que las grandes revoluciones del pasado ya pasaron y que la revolución de estos lares ya se dio y se fue con su promotor ¡ya fue! Pero sus grandes logros están en riesgo de acabar tan rápido como comenzaron si no se cambian las ideologías por el pragmatismo y buscamos en nosotros insisto al verdadero enemigo y dejamos de repensar ideologías pasadas o de distraernos hablando en imperios en decadencias; tenemos que ver ¡ya! nuestras propias trabas y taras que nos entorpecen la marcha… En criollo ¡o nos avispamos o nos jodemos!

Confesión de último momento

 

Antes de comenzar a escribir estas líneas, como me ha pasado tantas veces, tenía en mente escribir sobre otro tema y de otra manera, pero así soy yo y tal mis escritos. Un divagar constante sobre lo que me rodea y me preocupa. Y en verdad me preocupan las fallas de esta revolución hoy acéfala que está por caer tan duro como las del pasado, porque con sus meritos, esta que muere por falta de inteligencia y exceso de mentiras. Por ineficiencia y falta de tino de sus herederos, porque sigue culpando al imperio o a la derecha de sus errores. Como sea estoy preocupado y retomo lo que dejé pendiente, diluido en divagaciones, en Ensayos sobre la ceguera ocurre que un ciego entre ciegos era más hábil que los otros en aquello de ser ciego y armado, se hace con el poder del manicomio en el que estaban confinados y al morir otro ciego toma el control pero por medio de una fuerza que el primero nunca necesito ejercer realmente. El segundo ciego, con el arma del difunto en mano, comenzó a dar balazo tras balazo para imponer su voluntad, pero con cada balazo también mermaba su poder mientras el miedo y la anarquía comenzaban su reino… Cuadro el cual, al ver a nuestro gobierno no veo como no compararlo, porque si bien el gobierno quedó montado está quemando ya los cartuchos desconociendo el parlamento como lugar de disentimiento, persiguiendo empleados, llamando al hampa a incorporarse al gobierno dejando pendiente la justicia, entre tantos desbarajustes productos de la ignorancia y el miedo que llevan a la total anarquía en un intento por salvar la revolución por medio del radicalismo ciego rayando incluso en la traición al comandante supremo, pues fue no menos que relegado a “muro de contención” de ideas inconcebibles. Muestra flagrante, reveladora de hordas incapaces, huérfanas y embriagadas de poder.

Al final del libro, la guerra, incendiaria y terrible mas los ciegos recobran la vista…

2 pensamientos en “Manuel (Mérida)

  1. Manuel Milano dice:

    Tienes razon, mala mia, pues me equivoque con el Memoria de mis putas tristes, pero te juro que los lei a todos. Incluyendo a tellado con sus personajes roberto y domitila.

  2. Jesús Amalio. dice:

    Amigo, que divertido su ensayo sobre ensayos sobre las ceguera. Uno disfruta leyéndolo, pero si vas a criticar autores, por lo menos apréndete el nombre de sus libros, digo, para que te creamos que los leíste. Jajajaja.

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